martes, 24 de mayo de 2016

Hoy estás muy guapa

Siempre he dicho que mi profesión es la más bonita del mundo. Aunque haya días en los que te llevas a casa cargas emocionales que no te corresponden, bien por algún alumno, bien por alguna familia, o incluso por el desencuentro que haya podido tener algún compañero. A pesar de todo, el día a día en el aula, compensa.
El trabajo dentro de un aula no conlleva sólo el impartir ciertos contenidos con más o menos gracia, en absoluto. El primer trabajo en el aula es el de conseguir que mis alumnos quieran aprender, que quieran que llegue "mi hora", que se sientan felices conmigo, a pesar de que haya límites y normas, y aunque al final del camino, la razón verdadera por la que estén en mi aula (o yo en la suya) sea porque les he de enseñar unos contenidos y conseguir que, cada uno a su manera, los aprendan.
Para ser maestra necesito ejercer de ilusionista cada comienzo de unidad. Al menos así lo veo yo. Necesito sentir que mis alumnos se enganchan desde el comienzo porque les he contado lo que vamos a hacer, cómo y qué habrán aprendido al final de la jugada y les resulta increíble imaginar que la meta sea ésa y se llegue así.
Considero que lo más bonito del final de una clase es el momento en que dices "The class is over! We've finished! Clean up!" y espontáneamente los oyes quejarse: "¿ya? ¿tan poco? Noooo!..." En ese mismo instante engordo unos cuantos kilos de pura satisfacción. He conseguido mi objetivo (no, no era engordar): que quieran aprender, que les guste aprender, que quieran seguir, que se hayan enganchado, y que encima lo expresen tan abiertamente.
Insisto, hay momentos difíciles, durillos, cansados, como en toda profesión. Y no somos de piedra, al menos no yo. Hay situaciones que nos afectan, días en que estamos más acertados y días en los que lo mejor habría sido quedarnos en la cama y taparnos hasta arriba y no salir hasta el día siguiente. Pero luego ocurre que entras de buena mañana con ellos en el aula y, antes de empezar, se te acerca uno de tus alumnos y te regala un: "Noni, gràcies per fer les classes tan xulis!", o una de las peques de cuatro años, mientras llevas la fila, te dice: "Noni, hoy estás muy guapa". Y a ella se le une otra que lo repite, y a continuación el más espabilado aclara: "No, estás guapa siempre". Y tú mueres de amor. Porque te lo dicen hoy, justo hoy, que has ido a clase con dos horas dormidas en el cuerpo, que te has puesto tres kilos de corrector y aún así pareces la viva imagen de un walking dead. Pero ellos eso no lo saben. Ellos sólo han visto que, a pesar del dolor enorme de cabeza, a pesar de haber tenido que enfadarte con el que ha pegado al compañero sin motivo, no has dejado de sonreír. El día pasa y llega la tarde, y cuando el último grupito de niños está entrando en su aula, justo antes de que te vayas, una de ellas, la más pequeña, se acerca y te pregunta bajito: "¿te puedo dar un besito?", y cuando te agachas a su altura y le dices: "of course you can, sweetie" mientras le pones la mejilla, te dice: "te quiero mucho". Y al rato, al salir a la puerta, te encuentras de manera casual con una mamá que no suele venir al cole a recoger a su hijo porque va en autobús, y a la que le falta tiempo para saludarte y agradecerte la manera en que te has saltado la clase tradicional durante este año, y para pedirte que no cambies eso porque tienes a los alumnos enganchados, motivados, aprendiendo mucho pero, sobre todo, queriendo aprender. Y entonces, por un momento, olvidas absolutamente todo lo ajeno a la escuela, tu falta de sueño, tu dolor de cabeza, la ausencia de ese ser querido, y vuelves a darte cuenta de que, a pesar de los momentos duros, las constantes críticas de la sociedad, la "opinología" general que suele ser bastante negativa cuando habla de los maestros, ya que todo el mundo sabe más que nosotros de metodología, empatía, enseñanza, técnicas y educación... Lo olvidas todo y vuelves a decirte para ti: "Mi profesión es la más bonita del mundo". Porque MIENTRAS HAYA UN SOLO NIÑO O UNA SOLA MADRE QUE CREAN EN MÍ, SERÁ SEÑAL DE QUE AÚN TENGO EL PODER DE ILUSIONAR.
Y por cierto, vosotros también estabais muy guapos hoy. No... vosotros estáis guapos siempre. 😉

No hay comentarios:

Publicar un comentario