domingo, 26 de noviembre de 2017

La enseñanza es movimiento

El proceso de enseñanza-aprendizaje no es comparable a una ciencia exacta, porque en él intervenimos personas, no números. Y las personas somos volubles, cambiantes, variables, imprevisibles y sensibles a las emociones. 

La enseñanza es movimiento constante.

No, no hablo sólo de los niños en su papel de alumnos. Hablo de nosotros, los adultos, en nuestro papel de maestros y familias. 

No hay dos días iguales porque no hay dos días en que nuestro humor, nuestro carácter y las circunstancias que nos rodean e influyen en ambos lo sean.

Por tanto no puede haber dos días en que enseñemos lo mismo y de la misma manera. Ni por ellos ni por nosotros. Porque esto de la enseñanza va de tratar con personitas, muchas a la vez, diferentes, con distintas maneras de ver la vida, de asimilarla, de aprender sobre ella y de interesarse y entusiasmarse por ella.

El sábado tuve la gran suerte de poder escuchar a cuatro personas dedicadas al mundo de la enseñanza (César Bona, Juan de Vicente, Marta Molina y Jordi Mussons) que insuflaron en mí el rayito de esperanza que necesitaba para seguir. Para seguir haciendo las cosas desde el corazón digo, y no desde las ataduras a los guiones preestablecidos. Porque enseñar va de abrir los ojos de quienes tenemos delante a un mundo que es un caos, y enseñarles a defenderse y a utilizar los medios que tienen a su alcance para sobrevivir en él. 

Enseñar va mucho más allá de rellenar páginas de libros, cuadernos o fichas. Que no digo que no tenga que hacerse. Pero lo que está claro es que enseñar a sumar y no ayudarles a vivenciar situaciones reales en las que usar las sumas, hacerles memorizar el proceso digestivo durante años y no crearles una conciencia alimenticia saludable, o hacerles aprender ríos sin ser capaces de sacarlos fuera del aula a amar la naturaleza y poder aprender de ella in situ... Para mí no tiene sentido.

En el mundo educativo vivimos anclados en el pasado más pasado. En el principio de la historia. Seguimos dando clases en las que nosotros somos todo el tiempo la figura principal. Decimos (y mentimos) que centramos nuestra enseñanza en los intereses de los alumnos, o eso cuentan los temarios de oposición, y continuamos llevando nosotros la voz cantante en todo. Preguntamos para que nos respondan. Explicamos para que nos escuchen. Dictamos para que copien. Ni preguntan. Ni escuchamos. Ni dejamos lugar a la improvisación. Porque hasta si hacemos proyectos no arriesgamos a dejar el tema a su elección, ya nos encargamos de dirigir con mucha mano izquierda sus intereses para que nos cuadren con los nuestros. ¡Pero si hasta los guiamos para elegir el nombre de la clase cuando están en infantil!

Nos parece una locura reducir el número de libros o cuadernos complementarios porque entonces nos sobran horas. ¿Nos sobran horas? ¿En serio? ¿Con todo lo que tenemos que enseñarles más allá de la lectura, la comprensión y las matemáticas? A mí me faltan.

A mí me faltan horas para poder llevar a cabo todas las iniciativas que se les ocurren a ellos cuando los dejamos expresarse, pero de verdad, no de "ah, sí, sí" para cortar rápido y seguir con la ficha.

Me faltan horas para que aprendan jugando, que es como más aprenden porque desarrollan esa parte tan suya y tan necesaria del ensayo-error. 

Me faltan horas para llevármelos a ver mundo, el suyo, el de su pueblo, el de la tienda de la esquina, el de la estación de tren, el del mercado, el de la residencia de ancianos, el del consultorio. Me faltan horas para que aprendan de manera real y no a golpe de fotos y dibujos.

Y va y el sábado, estas cuatro personas que se han hecho eco en el mundo educativo por méritos propios, y que por suerte (la nuestra) tienen mucho tirón a nivel social, me vienen a decir con sus ponencias... ¡Que no estoy loca! ¡Ni sola! Y que darles a nuestros alumnos lo que de verdad necesitan empieza a ser una realidad cada vez más extendida, o al menos más comprendida y mejor vista.

¿Sabéis cuáles son para mí los principales problemas actuales en el sistema educativo, más allá del propio sistema que deja bastante que desear? La lectura que queremos hacer de él y nosotros, los propios maestros. Así es.

Porque hemos levantado el muro de Berlín educativo, una pared bien alta, que no ha hecho más que acentuar las diferencias entre quienes creen a ciegas en la enseñanza de siempre y quienes creemos que educar va más allá de cumplir con el currículum. Porque alguien nos ha vendido que lo tradicional y lo innovador tienen que vivir peleados y enfrentados. O nos lo hemos querido creer sin necesidad de una venta. A estas alturas no lo sé.

Parece que no somos capaces de dejar que cada cual haga lo que mejor se le dé, porque si no coincide con nuestras maneras, está mal. Y es entonces cuando aparecen los buenos y los malos, o los normales y los raros; hablando en plata, las ovejas negras.

Yo me reconozco oveja negra, tizón para más señas. 

A lo mejor porque, además de sentir que enseño materias, necesito sentir que me implico a nivel afectivo y emocional con mi alumnado y sus familias. Aunque no se entienda (que no siempre se entiende). Aunque no se comparta (que no siempre se comparte).

Y por eso sueño con un futuro en el que todos los alumnos tengan derecho a una escuela que los escuche de verdad, a ellos, a sus familias, a sus ritmos, a sus habilidades,  a sus capacidades, a sus necesidades y a las necesidades de la realidad social en la que vivimos. Porque sueño con una escuela en la que todos tengamos algo que decir, algo que construir juntos. Sueño con una escuela humana donde prime la humanidad y el querer formar personas. Personas que mejoren el ahora y que con ello estén sin saberlo tejiendo su futuro.

Soñar es gratis. Pero dicen que si sueñas algo con mucha fuerza, acaba ocurriendo.

El sábado hubo cuatro personas que hicieron que volviera a soñar que es posible una escuela mejor. Mejor para nuestros alumnos. Mejor para sus familias. Mejor para nosotros, los maestros. Pero no mejor por ser innovadora, sino mejor por ser una escuela hecha por personas para personas y con personas. 

Gracias César, Juan, Marta y Jordi. De corazón.

E

lunes, 20 de noviembre de 2017

¿QUÉ CELEBRAMOS EL 20 DE NOVIEMBRE?

Hoy es un día muy importante, porque es el DÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DE LA INFANCIA.

Hoy es el día de los derechos de todos los niños y niñas del mundo. Sí, de los que no tienen la suerte de tener una infancia digna porque el mundo está así de mal repartido, también.

Y por eso, hoy en clase hemos hablado de cuáles son los derechos, o al menos de algunos de ellos, que a todos los niños les corresponden por el simple hecho de ser niños.

Así, a bote pronto, tienen derecho a la vida, a una familia, a un hogar, a una educación, a jugar, a ser y estar protegidos...

Hoy en clase hemos hablado de lo afortunados que son porque tienen todo lo anterior, y también de que hay muchos niños en el mundo que no tienen tanta suerte. Son conscientes de ello. Saben que vivimos en un mundo repartido injustamente y que tienen la fortuna de haber nacido donde han nacido.

Hemos hablado de cómo sus familias han de encargarse de que tengan todos esos derechos cubiertos, y de cómo los maestros en la escuela también tienen el deber de asegurarles una infancia en la que esos derechos se contemplen. Y jugar es uno de esos derechos. Y sentirse protegido también. En ningún sitio sale reflejado el derecho a "dejar de jugar para crecer" o el derecho a "ser etiquetado sin remedio".

Es por eso que hoy en mi clase, además de aprender con los libros, hemos jugado, imaginado y soñado. Pero eso no es nuevo, porque ya lo hacemos todos los días. La novedad de hoy, para celebrar un día tan importante, ha sido una tontería que ha roto la rutina y nos ha ayudado a trabajar aún mejor: cantar y bailar una canción de Morat, cuya letra tiene "mucha tela" si pasamos de canturrearla a escucharla con corazón de maestros.

La canción es YO CONTIGO, TÚ CONMIGO.

No es una canción cualquiera, porque además de tener un bonito mensaje subliminal, es parte de una conocida película y es muy divertida. Y se pega sin remedio. (¡Avisados estáis!😉)

No sé a vosotros, pero a mí me parece que ponerla en clase durante la semana, cantarla a grito pelado y bailarla hasta caer rendidos, puede ser un buen homenaje al día de hoy: el día de los derechos de la infancia. Pero también puede ser un buen homenaje a las personitas que son el motor de nuestro universo, laboral y personal, y que necesitan que les hagamos creer en un mundo mejor, no sólo en conceptos académicos, ya que es justo de sus creencias y sus esperanzas de lo que depende el futuro de este desastre que los adultos les estamos dejando como herencia.

Así que, hagamos de verdad que se sientan queridos y protegidos, consigamos que vengan a clase sin miedo al grito, al castigo sin patio y a la reprimenda por equivocarse en una suma por quinta vez.
Velemos por sus derechos, pero sobre todo, hagámoslos conscientes de que a querer se aprende queriendo... Y así con todo. Empezando por nosotros mismos.

martes, 14 de noviembre de 2017

Cuando las lecciones nos las dan nuestros alumnos

V A L E N T Í A...

En clase llevamos unos días hablando del poder que tiene el afán de superación, y de cómo algunas personas cuyos cuerpos no funcionan o no responden según lo que se considera "normal", son súper héroes y súper heroínas del día a día, que vencen las dificultades supliendo esa circunstancia especial con sillas de ruedas, piernas metálicas, bicicletas sin pedales, perros lazarillos o similares, y sobre todo con muchas ganas de vivir.

En clase hablamos de la valentía de esas personas especiales, niños y adultos, por ser capaces de sacar fuerzas y ganas y salir a comerse el mundo, y de que su actitud no entiende de derrotas sino de éxitos, los que se proponen conseguir batallando a diario contra la supuesta normalidad.

Pues a veces resulta que, en clase, los maestros nos hacemos pequeñitos, y tenemos que dejar paso a una súper heroína de 6 años, menudita pero de una sonrisa enorme y permanente en su mirada, que sale a explicar su aportación al proyecto semanal y te lee lo siguiente:

"Valentía es luchar por lo que 'vale la pena'. Superar los miedos y los momentos difíciles. Ser valiente no es fácil, hace falta fortaleza interior, pero TODOS  PODEMOS SER VALIENTES."

Y saca de la caja de "Palabra de hada" su capa y su antifaz de súper heroína, con un libro que le ha regalado una buena amiga suya y cuya protagonista es "Mara", una niña como ella... Una niña que ha padecido un cáncer y lo ha vencido.

Una niña que, desde su perspectiva de niña, te cuenta que estar en el hospital era aburrido, porque no le dejaban salir apenas, para evitar constipados o infecciones, y que si salía tenía que hacerlo con mascarilla. Una niña que te cuenta que, a veces, en la tele les ponían dibujos de más pequeños como si fueran los dibujos más divertidos, y que mientras te lo cuenta se parte de risa y te hace vivenciar ese recuerdo tan suyo como un momento dulce, haciéndote olvidar por un momento que, si veía la televisión en el hospital, y no en casa, es porque estaba con su quimio.

A veces a los maestros se nos pone un nudo en la garganta, y tenemos que hacer un verdadero esfuerzo por mantenernos, al menos, al mismo nivel que esa alumna que está hablando de su tratamiento de quimioterapia con una madurez y una calma que ya quisiéramos muchos adultos para nosotros. Y que habla de cuando tenía la cabeza pelona y usaba pañuelo, de por qué ahora tiene el pelo así de cortito y suave, y de las veces que aún ha de explicar que es porque ha tenido una enfermedad. Y te lo dice así, tan normal, con la normalidad de una niña que de normal que es, ES ESPECIAL. Especialmente VALIENTE.

A veces, en clase, tenemos "Maras" y "Maros" que no han tenido que pasar una quimioterapia, pero cuyo cerebro se empeña en no querer leer la letra que toca, y que aunque se dejen la piel por retener el sonido en cuestión, no hay manera de recordarlo para la siguiente vez. Y se enfrentan cada día a unos libros llenitos de un montón de letras juntas, que para ellos no tienen mucho sentido, y que les hacen recordar que no recuerdan lo que ya leyeron ayer. Y aún así... Lo intentan.

"Maras" y "Maros" que se tropiezan con su propia sombra, y para los que hacer un simple juego en educación física es todo un reto, pero que ni se plantean no intentarlo.

"Maras" y "Maros" que tienen pavor a hablar en público, y que, a pesar de todo, graban el programa de radio de la clase o leen el enunciado en voz alta.

"Maras" y "Maros" cuyo cuerpo necesita moverse todo el tiempo, y que aun así hacen verdaderos esfuerzos por aguantar tropecientas horas sentados, porque hay que leer, escribir, sumar, copiar, pintar y vuelta a empezar. 

"Maras" y "Maros" que son diversos, diferentes, variados, genuinos, irrepetibles. 
"Maras" y "Maros" que suplen su falta de algo con mucho de otra cosa. Que cambian la dificultad por espontaneidad y que, sí o sí, destacan por un montón de cualidades que los adultos hemos ido perdiendo por el camino, entre otras la naturalidad y la valentía.

A veces, los maestros deberíamos cerrar un rato el libro, y la boca, y los ojos... y abrir los oídos, el corazón y el cerebro para captar toda la vida que tenemos alrededor, en nuestros alumnos. Para reaprender y valorar el esfuerzo que cuesta cada pasito que dan. Para recordar que, una vez, tampoco hace tanto, fuimos esos niños, y quizás necesitamos que ese maestro que teníamos delante nos dijera que éramos especiales y valientes; y que no destacábamos en dibujo porque ya lo hacíamos en lectura, o no sobresalíamos en mates porque ya éramos especialistas en contar anécdotas familiares.

VALENTÍA...

Es justo de lo que llenan la mochila nuestros alumnos cada mañana. 

Es justo lo que nos falta, a veces, a los maestros para aceptar que la normalidad se mide con una vara de medir demasiado corta, y que normales, lo que se dice normales, en realidad... no lo somos ninguno.

Es lo que nos permite ser capaces de reconocer las cualidades que hacen especial a cada alumno, y que, sin duda, van más allá de la buena letra y el saber leer.

Gracias "Mara" por tu valentía pero, sobre todo, por ser especialista en sonreírle a la vida.😊❤

domingo, 5 de noviembre de 2017

Leemos con PATA PALO

El inicio de la lectura no siempre es un camino de rosas para los peques de primaria. Y aunque lo último que queremos conseguir es aburrirlos... No nos queda otra que hacerles leer, leer y leer, una y otra vez (siempre respetando ritmos y madurez) para que vayan asociando fonema y grafema. 

Así que, si queremos que no le cojan tirria a la adquisición de la lectura, es nuestra obligación (moral) inventar maneras de motivarlos y que sean ellos quienes deseen aprender, no por imposición sino por puro interés.

Más allá de la rutinaria cartilla y de los dictados, que son necesarios en este proceso, tenemos muchísimas maneras de practicar la lectoescritura con los peques de 1º de Primaria.

Este año en mi tutoría empezamos por intercambiar mensajes secretos con la clase vecina a través de la ventana. Sólo palabras simples que entre todos podíamos deletrear o identificar: HOLA, BON DIA, COM ESTEU... 

Ahora estamos utilizando la plastilina para escribir mensajes en la mesa a los compañeros, y es muy divertido. También se hacen dictados entre ellos (que escriben con plastilina) y es muy gracioso escucharlos remarcar cada fonema, exagerándolo al máximo para que al otro le quede bien claro. 😉

El viernes inventamos una nueva manera que nos encantó: LEER CANCIONES EN MODO KARAOKE. Aprovechando que somos la clase de Campanilla (1ºC), y que andamos inmersos en la historia original de Peter Pan y el mundo de los piratas de la mano de Garfio... Trabajamos la lectura sobre la canción PATA PALO de Kiko Veneno, en una versión que tiene la letra a modo de karaoke. 

La verdad es que, para no quitarle espontaneidad al momento y empezar la mañana bien animados, nos disfrazamos unos cuantos de piratas y Campanillas, y primero la escuchamos, después la bailamos con gestos que íbamos acordando entre todos y, por último, ya sin voz, fuimos leyendo la letra, parando en cada verso. Les gustó tanto la canción, y la actividad, que quisieron apuntar el título y versión en la agenda para practicarla en casa y hacerle cantar a las familias. 😂

Hay mil maneras de aprender a leer, sólo tenemos que encontrar cuál nos ayuda más con cada alumno para ayudarlos a salir de la rutina y motivarlos a querer seguir avanzando. Y siempre es mucho más fácil si partimos de la emoción, la ilusión, la novedad y la diversión. 

¡Ale! Os dejo por aquí abajo la canción. 
¿Os animáis a cantarla? 
Recordad poner cara de piratas y voz de Pata Palo. 😆👍




 Noni Medina Ibáñez. English Teacher.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Sin juego, no hay partida.

El interés de un niño por aprender siempre nace del juego. 

Nuestro papel en el proceso de enseñanza-aprendizaje debería ser el de fomentar esa parcela, en vez de matarla a base de mecánicas de trabajo repetitivas, o mensajes negativos ante el error, porque es justo del error de lo que aprendemos.

No hay nada más fácil que enseñar a un niño que está motivado y cuya ilusión se mantiene intacta. 

No hay nada más bonito que enseñar jugando a un niño que quiere jugar. 

Los niños se ilusionan ante la novedad, cuando les creamos expectativas positivas sobre su aprendizaje y somos capaces de convertir las dificultades en aventuras y retos. 

En la naturaleza del niño está la inquietud por descubrir. Su necesidad de saber, manipular y probar es espontánea. Y si entendemos eso y, además, respetamos el ritmo madurativo de cada niño, surgirá el milagro.

Convertir una operación matemática en una situación cómica para ellos, simular diferentes voces cuando les leemos y levantarnos de un salto a teatralizar la lectura, contar historias con una linterna, salir al patio a investigar libreta en mano, disfrazarnos para ayudarles a cambiar de lengua, dedicarles una canción, contarles cómo nos sentimos, rapear los conceptos más difíciles, decir el número de la página en decenas y unidades, escribir mensajes con plastilina y con música de fondo, que inventen cuentos de personajes disparatados e historias sin mucho sentido, dejar que aporten a clase objetos o experiencias relativas a lo que aprenden (o no) y que decidan ellos qué colgar en el aula y cómo decorarla (porque la clase no es nuestra), sin dejar de enseñar lo que deben aprender según el currículum... Es posible. 

Sólo hace falta tener respeto por sus necesidades, conocimiento de sus gustos, interés en aprender de ellos, capacidad para meterse en su mundo y muchas ganas de divertirse enseñando.

Y sobre todo... No dejar de jugar nunca. Porque sin juego, no hay partida. Y si no hay partida, difícilmente podremos llegar a la meta. 😉