martes, 21 de junio de 2016

Para poder seguir... a veces hay que empezar de nuevo

Hoy finaliza mi papel de maestra en el mejor cole del mundo mundial. Han pasado cinco años desde que llegué y parece que han durado un suspiro. Lo bueno siempre va más veloz.

Toda etapa tiene un comienzo y un fin. Y el mío en este lugar especial ha llegado. En estos cinco años he crecido personalmente y profesionalmente al ritmo de mis niños y mis compañeras (y amigas). Llegué sin ninguna expectativa en concreto, sólo con ganas de disfrutar con lo mío y de hacer felices a mis alumnos mientras estuviera con ellos. Llegué con los bolsillos vacíos y, sin embargo, me los llevo más que llenos de cosas bonitas y de mucho aprendizaje. A cambio, sólo espero haber dejado un poquito de huella en cada uno de los peques que he tenido delante, ojalá recuerden alguna anécdota, alguna frase, alguna sonrisa mías cuando piensen en su cole dentro de unos años, o simplemente recuerden que lo pasaron bien en inglés.

Cerrar una puerta para abrir otra siempre crea algo de incertidumbre. Pero muchas veces necesitamos empezar de nuevo para continuar el camino. Y en eso ando. Aunque os confieso que de esta puerta pienso guardar la llave y no cerrarla del todo, para poder asomarme un poquito de vez en cuando y ver cómo esos peques siguen su camino y se convierten en peques más grandes, los mismos que tantos ratos bonitos me han regalado, los mismos que me han hecho reír tantas veces, que me han abrazado, que me han sonreído, que han empatizado conmigo, que me han mimado como a una reina, que me han visto guapa cuando mis ojeras daban terror, que han piropeado mi sonrisa porque decían que les daba confianza y que, en definitiva, se han dejado contagiar siempre por la magia del querer aprender.

De estos cinco cursos me llevo un buen puñado de amigas bonitas que me han aceptado y querido así sin más y porque sí, que han reído conmigo, me han cuidado cuando he pasado momentos personales duros, han celebrado conmigo lo bonito de la vida, me han regalado su confianza a ciegas y me han hecho ver el color rosa cuando venía enfurruñada y sólo veía gris.

De estos cinco años me llevo todo el aprendizaje que una maestra vive en su día a día en el aula con cada niño que se cruza, que no es poco. Me llevo las experiencias que me han hecho crecer y mejorar, los errores que he enmendado y los que me quedan por arreglar. Me llevo las ganas de seguir por siempre en este mundo bonito que es el de la escuela, trabajando con personitas llenas de posibilidades, llenas de vida, llenas de ilusión. 

Pues precisamente por lo feliz que he sido estos cinco años me voy con la ilusión de una maestra novata que empieza (pero de nuevo). Sin expectativas concretas, pero esta vez con los bolsillos cargados de cariño y de ganas de hacerlo bien. Y, sobre todo, con los ojos llenos de sonrisas anchas y miradas cómplices que han creído en mí desde el primer día en que nos encontramos. Habéis sido un regalo.

Para poder seguir, a veces hay que empezar de nuevo. Así que... ¡Vamos allá!




jueves, 16 de junio de 2016

No hay mal que cien años dure

No hay mal que cien años dure ni metodología que funcione siempre. Y aunque suene demasiado "sentando cátedra" es lo que firmemente creo.
No hay metodología que funcione eternamente porque trabajamos con personitas, con sus sentimientos, su propia composición del mundo, sus días buenos y sus días grises.
Sin embargo, hay algo que siempre funciona: creerse lo que uno enseña, amar lo que uno hace. Porque cuando disfrutas en tus horas de trabajo y te crees de verdad que lo que enseñas es lo mejor que puede pasarle a esos niños durante el ratito que están delante de ti... es prácticamente imposible no contagiarles el entusiasmo por lo tuyo.
Llega el final de curso y es inevitable echar la vista atrás y pensar, primero y para variar, "qué rápido ha pasado el año", y segundo, "I really had great fun!". Porque así ha sido, he disfrutado como una enana, me lo he pasado en grande iniciando proyectos, inventando nuevas maneras de acercar a mis alumnos al inglés, viéndoles aprender con entusiasmo y proponiendo ideas sin miedo y con mucha ilusión. He acabado agotada, como hacía tiempo que no lo estaba (sí, la edad también va haciendo de las suyas pero esto es un secreto), porque inventar nuevas maneras de llegar y motivar es enriquecedor pero agota al extremo. Pero al final de la carrera, ha valido tanto la pena que el cansancio es hasta satisfactorio.
¿Qué metodología he seguido este curso para conseguir que mis alumnos hayan aprendido disfrutando de verdad? Pues sinceramente, una no muy diferente a la de años anteriores pero con algún añadido que me ha hecho salirme todo el tiempo de los libros. Una basada en el alumno, pero de verdad, en sus intereses. Una que me permite enseñar aprendiendo. Una que acepta sugerencias de mis alumnos y cambia lo programado por sus ideas, sin cambiar lo que tengo que enseñar. Una que deja de lado exámenes tipo y abre puertas a otro tipo de maneras de evaluar sin que ellos sientan la presión de "es un examen", aun cuando son pruebas igual de exigentes. Una que los ha dejado libres para planificar sus trabajos, libres para organizar sus tareas, libres para decidir cómo hacer las cosas. Una que ha sentido el inglés como una lengua viva y útil y no como una asignatura. Una que ha dado paso al uso real de la lengua planteando actividades en las que había que hablar sí o sí, pero de manera natural, de lo que a ellos les interesaba. Una que les ha permitido hacerse expertos en el animal que más les gusta, o su transporte preferido, o los ha convertido en actores, porque para todo lo demás ya está google. Una basada en mi propio amor por el inglés, mis ganas de enseñar, mis ganas de aprender a raíz de sus ideas, mis ganas de dejarme convencer por sus propuestas de niños que nada tienen que ver a veces con las nuestras. Una basada en la intención de contagiar mi ilusión por lo que hago, convirtiéndome en guionista y directora de teatro, en bióloga o en experta en transportes de todo tipo para poder guiarlos.
No hay mal que cien años dure ni metodología infalible, pero lo que no falla jamás es recordar que las personitas que tenemos delante son, todas y cada una de ellas, un mundo lleno de posibilidades del que podemos aprender tanto o más de lo que pretendemos enseñarles.
Y dicho esto... ¡Feliz fin de curso a todo el mundo!
😉👏😉