La letra con sangre entra.
Y con gritos.
Y con amenazas.
Y con castigos. Y con trabajos rotos.
Y con puntos rojos y verdes.
Y con "porque lo digo yo y punto".
Y sin patios.
Sí, después de mucho tiempo defendiendo lo contrario, lo admito, entrar entra. Aunque yo no crea en ello. Aunque no sea fan de esa "violencia" oculta... He de reconocer que funcionar, funciona.
Pero... ¿Es necesario?
¿Es necesario que esas personitas que pasan más horas con sus docentes que con sus familias aprendan porque simplemente "es tu obligación"?
¿No podemos hacer que aprendan porque aprender es maravilloso?
¿No podemos hacer su etapa escolar algo más amable?
Confieso que es muchísimo más cómodo seguir la inercia de un libro. Página tras página, ficha tras ficha.
Confieso que los "Porque sí / Lo decido yo / Eso es una tontería" facilitan muchísimo el día a día en un aula con 27 personitas de 5-6-7 años.
Confieso que sería mucho más fácil no hacer hueco a todas las aportaciones que quieren y necesitan hacer, bien sean experimentos, investigaciones o una piedra que han encontrado en el patio y que parece un fósil.
Confieso que parar la clase porque alguna de las personitas que forma parte de ella se siente mal, o porque ha habido una falta de respeto camuflada de broma, y dejar lo programado en esa sesión para otro día, te descuadra toda la planificación y sabes que el resto de la semana irás con el agua al cuello, si es que no te has ahogado antes.
Confieso que emocionarse hasta llorar porque ellos y ellas se emocionan es de blandas, ñoñas y sensiblonas.
Confieso que cuando generas pensamiento crítico entre tus alumnos y alumnas te juegas después que pongan en tela de juicio casi todo, o que para todo tengan una alternativa diferente a la tuya. Y cómodo, lo que se dice cómodo, no es.
Pero... CONFIESO QUE ME HACE ENORMEMENTE FELIZ saber que mis alumnos y alumnas aprenden tooooooodo lo marcado por ley (ley de ésas que se hacen sólo por derogar lo que decía la anterior), y que lo hacen no porque la letra con sangre entra, sino porque confío en que la HUMANIDAD y los ABRAZOS tienen el poder de dar confianza, y por tanto capacidad, a aquellos y aquellas que llevan un ritmo que no entra dentro de lo normal según nuestras prisas de adulto y, además, dan seguridad, felicidad y alas a aquellos y aquellas que superan con creces las exigencias de los tiempos de aprendizaje establecidos.
Y confieso que pienso seguir haciéndolo así. Que pienso seguir interrumpiendo la clase cada vez que haga falta, retrasar el aprendizaje de la resta llevando mientras la comunicación y las relaciones humanas no sean lo fluidas y sanas que deben ser, darles voz y voto en todo lo que hacemos para generar pensamiento crítico y autonomía.
Porque vivo a diario que, haciéndolo así, todas y todos aprenden de la manera que necesitan, y no como necesitamos nosotros que lo hagan. Y además, mejoran su entorno, que es un trocito de mundo.
Confieso que, los años de docencia que me queden, seguiré priorizando el hacer su día a día en la escuela más HAMABLE.
Sí. HAMABLE con H.
Con H de HUMANA.
Que es como debería ser la escuela, lugar de confianza, cariño, refugio y aprendizaje, dado que nuestra sociedad es, cada vez más, todo lo contrario y que el mundo ya no es un mundo pensado para nuestros niños y niñas.
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