lunes, 7 de noviembre de 2016

Deberes, deures, homework...

Igual podría empezar diciendo que quizás la palabra más acertada es la de origen inglés: homework, trabajo en casa. "Deber" o, en valenciano, "deure", ya lleva implícito de manera subliminal una carga obligatoria. Igual es por aquí por donde deberíamos empezar a discutir (que no pelear) sobre "DEBERES SÍ, DEBERES NO". Lo que está claro es que, empecemos por donde empecemos, el lío ya está servido, y opiniones vamos a tener tantas como maestros, maestras, padres, madres y alumnos o alumnas (que ellos son justo el centro de la cuestión, aunque se nos olvide con tanta batallita).
Ayer escribí desde mi yo madre, en CON M DE MAMI, pero no descanso si no lo hago también desde mi yo maestra. Desde mi yo madre dije que, sin entrar en si comparto o no el tema de los deberes, me parecía que achacar la falta de actividades familiares a los deberes y necesitar de las sugerencias de planes en familia de CEAPA me parecía, como poco, mezclar churras con merinas, y lo mantengo.
Desde mi yo maestra empezaré diciendo que, evidentemente, ésta que escribo a partir de ahora es sólo mi opinión, nada más, y que la escribo desde la humildad de alguien que sólo lleva 16 años ejerciendo en esta bonita profesión, es decir, de alguien que aún está aprendiendo. Aunque personalmente creo que en ésta, como en muchas profesiones, el "estoy aprendiendo" debería ser el estado normal.
Desde mi yo maestra diré que el tema de deberes sí, deberes no, me parece una pérdida de tiempo y, sobre todo, un nuevo motivo de enfrentamiento que, en vez de unir, es una causa más de separación entre dos "frentes" que deberían dejar de vivir enfrentados y caminar en la misma dirección.
Desde mi yo maestra diré que "cada maestrillo tiene su librillo", vamos, que lo que yo haga en mi aula y con mis alumnos no tiene por qué parecerle la panacea a quien esté en el aula de al lado, y que a mí misma mi metodología y mi manera de enseñar no tienen que parecerme mejores que las de nadie. Somos muchísimos maestros y, por tanto, hay muchísimas maneras diferentes de entender la enseñanza. La vida misma. A mí el tiempo me ha ido haciendo cambiar mi manera de ver determinadas cosas, y por tanto mi manera de planificar lo que hago en clase; lo único que no ha cambiado es la ilusión con la que entro cada día en el aula y las ganas de que mis niños se enamoren de lo que aprenden tanto como yo lo estoy de lo que enseño, ya sea inglés, sociales o matemáticas. Desde que empecé hasta hoy, también ha cambiado mi idea sobre las tareas diarias en casa o los famosos deberes. A día de hoy, no envío deberes más allá de alguna ficha de repaso cuando tenemos prueba (control o examen, para gustos colores) al día siguiente. Soy tutora de segundo de primaria y, en mi caso, considero que mis alumnos no necesitan llevarse a casa fichas o libros para repasar porque ya repasamos en clase, justo antes de seguir con la sesión que toque, siempre hacemos un "warm up" y recapitulemos sobre lo aprendido el día anterior. Pero lo dicho, son alumnos del antiguo primer ciclo de primaria.
Mis alumnos, por contra, sí llevan escrito en su agenda la recomendación de leer 15 minutos cada día. Nos tomamos la molestia, ellos y yo, de buscar un rato cada día para ir a la biblioteca de aula, que elijan un libro, y que a lo largo de la semana (o las semanas) tengan la libertad de devolverlo, bien porque lo han acabado, bien porque no les gusta y no les motiva seguir leyéndolo (lo que también hacemos los adultos, vamos). Y pueden quedárselo el tiempo que necesiten o les apetezca. No, no hacemos una ficha de lectura de las que hacía yo cuando era pequeña y que odiaba porque le quitaban todo el encanto al placer de leer: título, autor, número de páginas, personajes, resumen. Quiero que lean por placer, no para cumplir. Están en una edad perfecta y preciosa para enamorarse de la lectura. Quiero conocer sus gustos para poder orientarlos y seguir motivándolos.
Mis alumnos no llevan deberes estipulados y rutinarios, sin embargo, están investigando sobre Gloria Fuertes, porque es el lema conductor de este este curso, y porque al empezar a trabajarla y comentarles que podían traer material relativo a ella, hubo un resorte que movió algo en ellos, y que hace que nos falten horas para poder leer y comentar todo lo que traen. También están buscando información sobre los romanos. No, no estamos dando esa unidad, ni siquiera caigo ahora en si nos tocará darla este curso, pero un compañero nos habló del teatro romano que había visitado durante el puente, y les llamó tanto la atención la diferencia entre los espectáculos que se daban en esos teatros con su uso actual que no dejaron de preguntar, y necesitaban saber. Así que sugerí que quien tuviera interés podía buscar información sobre los romanos y... Lo dicho, nos faltan horas en el día para todo lo que están trayendo. Y, la verdad, es un regalo verlos tan emocionados, tan interesados y tan predispuestos a saber, a querer saber.
Mis alumnos no llevan deberes pero tienen la libertad de traer a clase cualquier noticia que hayan escuchado, leído o visto (con sus padres, porque no todos los contenidos son adecuados a su edad) y les haya llamado la atención; la presentan escrita, recortada directamente o la cuentan de manera oral, según cada uno. Hacemos ronda de preguntas, debatimos...
Mis alumnos han convertido la búsqueda de noticias en algo más y, a día de hoy, traen a clase toda aquella información que quieren compartir y que tiene relación con lo que vamos aprendiendo, o que simplemente, es importante para ellos, como un viaje familiar, o un vídeo sobre el bullying.
Mis alumnos tienen una caja de Ciencias que se llevan a casa por turnos, dos alumnos por cada unidad de sociales o naturales, y que si pudieran se llevarían todas las semanas, y en la que meten lo que les da la real gana y que tiene relación con lo que estamos aprendiendo. No, no es obligatoria, pero todos quieren. Y gracias a la famosa caja sabemos un montón de cosas sobre el cuerpo humano, las emociones, el Ayuntamiento, el alcalde que vino a vernos con uno de sus concejales, el trabajo en una fábrica de carnes de ave, el trabajo en una peluquería... Y así suma y sigue.
Mis alumnos no llevan deberes a casa, así en general. Pero conforme avanza el curso y detecto las partes en las que algunos de ellos flojean y se pierden más, (la vida misma, sin dramas oigan, que cada uno destacamos en unas cosas y en otras somos algo menos virtuosos, y tan felices), hablo con sus padres y les ofrezco actividades de refuerzo para casa, que pueden hacer o no, porque yo sólo les sugiero, por intentar ayudar y evitar que se acumulen las lagunas, no para ahogar más aún a su hijo; actividades que, curiosamente, aquellos a quienes se le han ofrecido me han agradecido. Atención individualizada creo que lo llaman.
A mis alumnos no les pido que hagan deberes ni tampoco les hago estudiar de memoria, porque creo que los loros y papagayos están sobrevalorados, y porque aprender sin comprender no tiene, para mí, ningún sentido.
Mis alumnos no llevan deberes y están en segundo de primaria. No, no tengo miedo de que no cojan el hábito de estudio, porque ya lo están cogiendo: cuando investigan, cuando leen, cuando van a la biblioteca a sacar información de algún libro, cuando buscan una noticia y la analizan para contarla.
Mis alumnos no llevan deberes porque, en mi humilde opinión, en segundo de primaria hay mil maneras más de crear hábito, más allá de reproducir el mismo tipo de ejercicios que hemos hecho en clase y que volveremos a repetir al día siguiente. No, no lo hago para que sean niños más felices, ni para que me quieran más, ni para que tengan tiempo para hincharse a extraescolares al salir de la escuela, ni para que evitar que se traumaticen y se conviertan en adultos extraños, o infelices, o aborregados. Lo hago porque creo que con las horas que están conmigo y lo mucho que se hace en el aula, hay muchas otras formas de reforzar lo aprendido, y la primera y fundamental es conseguir motivarlos de tal manera que sean ellos quienes quieran trabajar al acabar el colegio, que quieran ampliar lo aprendido, que necesiten saber más, que simplemente encuentren divertido aprender y que cuando les sugiera, de broma, que habrá que quedarse a dormir para poder leer y ver todos los trabajos y libros que han aportado a clase, digan a una: "¡valeeeee!".
Yo no pongo deberes, no. Pero yo soy yo. Actualmente tutora en segundo de primaria.
Yo no pongo deberes pero eso no quita para que me parezca un absurdo total que se organice la que se ha organizado porque hay maestros que sí los ponen y, sin embargo, no se haga huelga por evitar ratios altas, para pedir más recursos personales en los centros que puedan atender de manera más individualizada a quienes lo necesitan, para que hagan una ley educativa sensata, para que las leyes educativas no sean moneda de cambio ni reclamo de votos, para que los colegios estén dotados de todos los recursos materiales necesarios... Y así, suma y sigue.
Yo no pongo deberes, que estaría dentro de mi competencia y de mi libertad de cátedra, pero tampoco exijo a los padres que eduquen de una u otra manera, que está dentro de su competencia y su paternidad.
No, yo no pongo deberes. ¿Mejor? ¿Peor? No lo creo. Sólo una forma más de concebir la enseñanza. Ni más ni menos.
Yo no pongo deberes en 2° de primaria, hoy, ahora, después de lo experimentado a lo largo de los años. Pero entiendo que cada niño es un mundo, cada clase una galaxia y cada escuela un universo, que las circunstancias difieren de unos a otros, y las necesidades también, y las metodologías, y los estilos, y los contenidos... Y que somos muchos los que crecimos con deberes, me incluyo, y parece que, después de todo, no nos ha ido tan rematadamente mal.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo,tienes razón que se está formando un revuelo con eso de los deberes,yo también estoy con que son los profesores y los padres los que deben sacar sus ganas de aprender dentro y fuera de las aulas y que sean ellos mismos los que motivados busquen cosas para hacer y aprender y en cuanto a la lectura, en mi caso, nunca he tenido que obligarles a leer, son ellos mismos los que me dicen que quieren leer más y yo como madre me siento super orgullosa de haberles transmitido ese amor por la lectura :-)

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