Ladran, Sancho, señal que cabalgamos.
Llega el momento de presentar y defender nuestro proyecto de dirección, tras dos años de formación, viajes "educativos" a otras comunidades y sueños. Dos años bien bonitos que, por suerte, y pase lo que pase, ya no nos quita nadie. Y eso ya es un regalo.
Dos bonitos años en los que he crecido, personal y profesionalmente, de la mano de dos personas enormes en todos los sentidos. Dos maestras de las que he aprendido pero, sobre todo, a las que he querido por encima de todas las cosas. Dos personas que, ante todo, son buenas de corazón. Algo que, con esta epidemia de pérdida de valores que sufrimos, no parece estar muy de moda pero que es tan necesario como un bote salvavidas en un barco que zozobra.
Dos bonitos años a lo largo de los cuales hemos sumado gente bonita a nuestro "carro" particular. Personas que ya son parte de nuestro proyecto, con las que también hemos crecido, aprendido y disfrutado, y que han llegado a él para quedarse y defenderlo.
Dos bonitos años siendo EQUIPO. Y aprendiendo el verdadero sentido de esa palabra.
Dos años madurando y tropezando.
Dos años, bien bonitos, levantándonos juntas tras cada caída.
Ladran, Sancho, luego cabalgamos.
Cuando quieres vivir con la tranquilidad de las cosas bien hechas, tienes, por fuerza, que aprender a hacer oídos sordos y tener las tragaderas tan grandes como un camión de la basura. Saber respirar hondo, contar hasta 10, 100 o infinito. Sonreír fuera para que se gire la curva hacia dentro. Y seguir, a pesar de todo.
En mi casa me enseñaron a ser persona. A admirar, respetar, ser franca y honrada. Me enseñaron que los conocimientos, la inteligencia y las ansias de crecer no sirven de nada si no van de la mano de la humildad.
Así que... Seguiremos cabalgando, Sancho, que ladran.
Y lo haremos con la cabeza bien alta, la sonrisa bien amplia, el alma llena de calor del bonito y la conciencia bien tranquila.
Porque... Ladran, Sancho, no dejan de hacerlo... Señal que cabalgamos.
(GRACIAS POR ESTE VIAJE.)